La geopolítica es la ciencia que centra su estudio sobre
la influencia determinante del medio geográfico sobre las formaciones
sociales, sistemas económicos y regímenes políticos. Es importante pues
mediante la observación de estos factores podemos analizar la
reacciones, los acontecimientos coyunturales y los posibles rumbos de
acción de los miembros de la comunidad internacional.
Dentro
de la geopolítica hay un concepto que en cierta medida transversaliza la
observación de los fenómenos en el medio internacional. Me refiero a la
definición de política exterior, entendida esta, como la proyección del
poder político interno de una nación al sistema internacional. Esto
aplica en su totalidad en el caso de las denominadas potencias. Una
potencia es aquella nación que está en capacidad de ejercer una
influencia determinante en un espacio específico, ya sea regional,
continental o mundial. Esta influencia puede ser política, económica,
militar, cultural o religiosa, su poder interno está cohesionado y puede
trascender sus fronteras geográficas afectando ya sea positiva o
negativamente otros sistemas y soberanías.
Sin
lugar a dudas los EEUU se han constituido en una potencia mundial con el
transcurrir de los años, han sabido utilizar principalmente sus
ventajas económicas y militares para transformarlas en poder político
efectivo en el mundo, creando áreas de influencia para su beneficio. La
doctrina Monroe creada en los albores de los EEUU como nación, vino a
sustentar esa visión sobre el lugar que en el mundo tendría en un futuro
la sociedad de los estados asociados de la América del norte.
Pero
¿qué ocurre actualmente a lo interno de la potencia? Los EEUU
atraviesan una profunda crisis, y no cualquier crisis. El mal manejo de
la actual pandemia del COVID-19 afloró viejas y nuevas contradicciones,
orgánicas y estructurales en la sociedad
norteamericana. Dentro las orgánicas, es decir culturales/sociales,
encontramos complejos racistas y supremacistas no superados. Nunca se
logró una verdadera integración del elemento afrodescendiente a la
identidad estadounidense y esto se extrapola a otros grupos étnicos de
inmigrantes como latinos o
asiáticos, manifestándose en una desigualdad de hecho ante la ley y
el sistema económico excluyente de las mayorías.
En el rango de las
estructurales tenemos la insostenibilidad del sistema financiero
especulativo. Los EEUU enfrenta una disfuncionalidad económica: la
emisión de papel moneda a granel sin respaldo, ha acrecentado la
desigualdad en la distribución de una riqueza ficticia.
En lo que va de
año se generaron 18 billones de USD en estímulos a sectores de la
economía. Esta cifra representa el 21% del PIB mundial. Todo este dinero
se esfuma sin que llegue a la sociedad en general ni las necesidades
básicas de los sectores vulnerables. Mientras los ricos de EEUU son
565.000 millones de USD más ricos, 42,2 millones de personas pierden sus
empleos. Su deuda crece más rápido que la productividad de su aparato
económico. Esta situación tiene dos consecuencias, una material, la
inflación y otra la percepción de injusticia y exclusión que se crea a
lo interno.
Mientras el establishment político tiene
su mirada puesta en el proceso electoral de noviembre, la nación navega
por peligrosas aguas sin una dirección ni rumbo concreto, reviviendo
viejos y generando nuevos antagonismos en todo el mundo. Un accionar
belicista, unilateral y con pretensiones hegemónicas crea fricciones
innecesarias. Bloqueo, sanciones, amenazas, agresiones, intervenciones y
guerras son los argumentos esgrimidos, lesionando mortalmente el
Derecho Público Internacional. Un equilibrio inestable interno produce
un accionar errático a lo externo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario