miércoles, 10 de junio de 2020

Coma inducido al Sueño Americano.

El “sueño americano” se refiere a las oportunidades de realización personal y material en una sociedad rica de gran movilidad social ascendente. Por lo menos así lo recoge la cultura estadounidense en los años 30 del siglo 20, y así funcionó durante décadas para nativos e inmigrantes, aunque parece inverosímil que un ideal así hubiese prosperado en medio de una sociedad marcadamente segregacionista y racista. Con el paso de los años y el tránsito del capitalismo monopólico al neoliberalismo imperialista, las sociedades de la periferia comenzaron a acusar los impactos negativos en sus economías, lo que produjo una caída en su calidad de vida. El saqueo corporativo, las políticas explotadoras y gobiernos entregados a los dictámenes de los centros de poder, cerraron por completo cualquier oportunidad de desarrollo nacional.

La nación norteamericana comienza a ser el destino cada vez mayor de oleadas de inmigrantes, con predominante presencia latinoamericana. Las oportunidades en las cuales se basaba el sueño americano comienzan a socavarse. Las élites que gobiernan la sociedad norteamericana son cada vez más excluyentes y comienzan a restringir el acceso a servicios básicos por medio de la privatización.

Si hay un sector que es esencial para lograr un estado de superación material y espiritual en los individuos, el sector de la salud. Como por arte de magia los EEUU se convierten en el país que más gasta en materia de salud en el mundo. Irónicamente, con una mayor tecnología en servicios e investigación médica tiene los peores resultados nacionales en la materia entre los países desarrollados e inclusive de muchas de las llamadas economías emergentes.

Una más acentuada contradicción los caracteriza: el sistema de salud es público, pero no gratuito, esto limita gravemente el acceso de la sociedad. El sistema de salud es dominado por el sector privado dejándolo al arbitrio del mercado.

No hay una institución gubernamental que medie entre las aseguradoras, los hospitales y médicos por un lado y los pacientes por otro. Cada seguro tiene una Red de hospitales, pero también de médicos que cobran por sus servicios y funcionan de manera autónoma, puede darse el caso que un paciente entre a un hospital adscrito a su red, pero el médico tratante no lo éste. En ese caso el paciente debe cancelar el 100% de los honorarios médicos.

El sistema privatizado de salud no fue diseñado ni concebido para actuar en una coyuntura de emergencia sanitaria como la presentada a raíz del COVID-19.

El desmontaje de las líneas de defensa ha sido continuo. Entre 2010 y 2019 cayó en un 10% los presupuestos de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades en todo el país. Entre 2008 y 2017 se han perdido 55.000 empleos especializados en el sector salud.

La pandemia ha dejado 10 millones de desempleados, lo que sumado a los 1,4 de crecimiento anual de este indicador y los 27,8 millones históricamente excluidos, sumarían alrededor de 39,6 millones desprotegidos sin acceso al sistema. A esto se le suman 11 millones de documentados. Es en resumidas cuentas el sistema puede salvarte la vida para hundirte en la pobreza. De cada 100 familias que sufran un episodio medico grave, 46 quedaban en la línea de pobreza.

En 2019 el 25% suspendieron el tratamiento de enfermedades graves, según la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard el promedio anual de muertes con relación directa a la imposibilidad de acceder a un seguro médico está por el orden de las 45.000 víctimas.

El sistema de salud estadounidense se encuentra en terapia intensiva, por un coma inducido por el neoliberalismo, el sueño americano al regresar, si es que regresa, tendrá un despertar muy amargo.


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